¿Pasaré el resto de mis años deseando poder volver atrás?
Hay cosas que no quiero olvidar. Personas, lugares, momentos. Tal vez por eso me obsesiona tanto capturarlo todo… como si con una foto pudiera retener el tiempo.
La nostalgia siempre me gana cuando se trata de mis versiones pasadas. De todo lo que vivÃ, de las personas que estuvieron acompañándome en ese trayecto. Los recuerdos llegan como avalanchas, me golpean con una fuerza impresionante, casi imparable, a veces incluso me descolocan por unos segundos.
Siempre he dicho que la nostalgia es buena. Es esa sonrisa del pasado que se dibuja en tu rostro justo cuando más la necesitas. Son esos momentos que viviste con tanta intensidad que te cuesta soltarlos. Volver a meterlos en ese cofre bajo llave y avanzar. Son esas risas que ahora suenan de fondo como ecos lejanos. Esas personas que convirtieron instantes comunes en algo especial y único.
Lo admito: soy esclava de la nostalgia. Y parece que eso es lo único que he hecho durante todo este tiempo… anclarme al pasado, por más bonito que haya sido.
Extraño a mi yo de hace un año. Lo feliz, bonita, inteligente, acompañada y saludable que me sentÃa. Estaba en mi mejor momento. Todo en mi vida estaba en un perfecto equilibrio —claro que con sus altas y bajas pero nunca me sentà tan viva y feliz como en el 2024—. Extraño cómo disfrutaba la vida, cómo sonreÃa, cómo encontraba una solución incluso en medio del caos. Extraño a cada una de mis versiones pasadas que, si pudiera, volverÃa a ellas una última vez. VivirÃa con más intensidad y con menos miedo. SerÃa una última oportunidad para volver a vivir esas etapas y tal vez, hacer las cosas bien desde un principio.
A veces pienso que la nostalgia es también un recordatorio. De todo lo que dejé ir. De las oportunidades que no aproveché. De las palabras que jamás dije en voz alta. De las personas que perdà y que ya no forman parte de mi vida. De todo aquello que no hice por miedo o vergüenza. Son como pequeños granos de sal que, al final, se van juntando en un tarro. Y ese tarro es lo que realmente pesa sobre mis hombros.
Mamá me dice que no volverÃa al pasado, que la vida no es un retroceso, sino un avance constante. Que si regresara, habrÃa decisiones que cambiarÃan el rumbo de lo que hoy es su vida. Me dice también que las personas no esperan, y que si no actúas a tiempo, puedes perderlas.
No lo sé. Me duele crecer. Las voces de miles de personas me retumban en los oÃdos, diciéndome lo que deberÃa estar haciendo y lo que no. Es como si, a través de sus experiencias, intentaran darme un manual para saber cómo vivir mi vida.
Pero crecer, dejar atrás la niñez y la adolescencia para convertirte en adulto… Es otra historia. Las reglas del juego cambian. Es una realidad distinta, con sentimientos más crudos, más caóticos, más intensos.
Siendo sincera, no sé quién soy sin la nostalgia. No sé cómo vivir plenamente en el presente. Y ciertamente no sé cómo ser la adulta que se supone que deberÃa ser. Sigo sin tomar decisiones racionales. Sigo cometiendo errores, incluso cuando las señales están frente a mÃ, incluso cuando la gente me advierte con susurros que no sé escuchar.
Y otra verdad aún más triste: cuando deje de ser quien soy ahora, probablemente también la extrañe. Probablemente desee volver a este mismo momento. A esta versión de mà que ahora tanto cuestiono. Y me diré, otra vez: "Ojalá hubiera hecho las cosas de otra forma".
No quiero pasarme una vida entera deseando volver al pasado.
Supongo que tengo que aprender a vivir antes de que sea demasiado tarde. Dejar la nostalgia por un rato en el baúl de los recuerdos. Centrarme en lo que tengo ahora. En lo que importa hoy. Y no dejar que el tiempo se me siga escapando de entre las manos.
Nota extra (porque tenÃa que decirlo):
Pido perdón si soy insistente cuando se trata de las fotografÃas, si me la paso dÃa y noche pidiendo que me las envÃen. Pero es que… mi mayor miedo es olvidar. Olvidar mis mejores etapas, olvidar lo que vivÃ, y con quién lo vivÃ.
Me aterra no recordar las cosas con claridad. Siento que, entre más crezca, mi cerebro va a querer hacer espacio para nuevos recuerdos, para nueva información, y cuando menos me dé cuenta… ya habré olvidado la mitad de lo que alguna vez me hizo feliz.
Por eso quiero documentar mi vida. Quiero tomar fotos de absolutamente todo. Porque al final del dÃa, eso será lo único que quede de nosotros.
Las fotos serán una huella indeleble. Un pequeño rastro y recordatorio de que nosotros también estuvimos aquÃ. Que una vez, fuimos esos jóvenes apasionados, viviendo al máximo su juventud.