Recuerdo la primera vez que leà un libro luego de mucho tiempo, al terminarlo, no estaba contenta con aquel final. SentÃa que algo le faltaba.
Entonces se me ocurrió la maravillosa idea de empezar a escribir, me dije a mà misma: si ella pudo escribir un libro, ¿por qué yo no? ¿qué tan difÃcil puede ser? Y ahora que lo recuerdo, me echo a reÃr. Aunque agradezco la seguridad que tuve al decir aquello, al pensar que yo también era capaz de escribir algo como lo que habÃa leÃdo.
Desde entonces, esa semillita se plantó en mi cabeza. Y las ideas empezaron a crecer. Ese sueño, se volvió más y más presente. Solo querÃa crear mis propias historias, darle vida a mis personajes y contarlo todo con mi voz. QuerÃa escribir algo que algún dÃa me gustarÃa leer –debo decir que para este punto, apenas me estaba metiendo de nuevo en este mundo–. Ese fue el inicio de todo.
La escritura me encontró en el momento que más la necesitaba. No conocÃa el poder de las palabras, de lo mucho que podÃas expresar y transmitir en tan solo unos renglones. Ni siquiera tenÃa idea de lo que hacÃa, simplemente me dejaba llevar por lo que sentÃa. Asà es como empecé a escribir mis primeros escritos.
En esa época parecÃa que no habÃa nada más que una chica deprimente. Todo lo que escribÃa era triste, era la única forma que habÃa encontrado para desahogarme cuando sentÃa que todo me consumÃa, cuando la tristeza se volvÃa más pesada.
Pasaba dÃas enteros encerrada en mi cuarto, tratando de escribir. Esa niña de quince/catorce años empezaba a sentir una pequeña chispa, sin saber que algo grande estaba floreciendo. Llegó la primer idea, con entusiasmo agarre una libreta y empecé a anotar todo lo que se me venÃa en mente: nombres, lugares, trama… absolutamente todo. Estaba emocionada por darle vida a mi primer historia.
Estuve trabajando en ella por un tiempo, sin embargo, me sucedÃa lo mismo que ahora: borrar, reescribir, borrar. Solo que en ese entonces no me frustraba, sabÃa que no era una experta, solo usaba a la escritura como un salvavidas, algo que me ayudaba a pasar el rato y hacerme olvidar lo mal que me sentÃa. Más que nada era una distracción, pero al mismo tiempo un alivio, un respiro.
Y siendo honesta, no, no he terminado ningún libro, ni siquiera cuando empezaba en este mundo pude lograrlo. Siempre habÃa algo que me detenÃa. Algo que no me convencÃa. Todo era demasiado deprimente, la historia no tenÃa forma, no tenÃa un orden, sabÃa que querÃa escribir algo pero no tenÃa muy en claro qué.
A pesar de eso, tengo demasiados borradores de distintas historias incompletas. Tengo sinopsis escritas. Algunos capÃtulos. Ideas guardadas. A lo largo del camino he ido dejando las cosas a medias, sin finalizarlas. Tal vez, no me sentÃa lista. Tal vez, solo querÃa escribir para que me dejara de doler la herida. Tal vez, solo querÃa contar algo propio.
Puedo decir que la escritura se ha colado en cada grieta, ha reparado heridas y me ha hecho sentir acompañada. Escribo porque no muchas veces soy valiente para decir lo que quiero o lo que siento, se me hace más fácil a través de las palabras. Y escribo porque cuando más he necesitado a la gente, más sola me han dejado.
Me gusta escribir porque es mi lugar feliz, es divertido y reconfortante. Me siento yo misma, sin necesidad de construir un muro a mi alrededor para protegerme. Solo soy yo, plasmando mis pensamientos más profundos. Solo soy yo, queriendo sentirse comprendida. Solo soy yo, buscando desesperadamente la manera de sentirme menos sola. Las letras y yo somos un equipo, uno grande cuando mi mente no juega en nuestra contra.
Escribo para liberarme, para dejar de ser mi propia prisionera. Para dejar de callarme cada vez que tengo algo importante que decir, pero que los demás parecen no querer escuchar. Para dejar de sentirme invisible, de sentir que soy un fantasma sin dejar huella alguna. Para tener voz propia, una que es válida y valorada.
Especialmente escribo lo que mi alma grita, lo que me hace daño, lo que me hace ruido en la cabeza, lo que me hace feliz, lo que me hace sentir nostálgica… escribo todo aquello que me hace sentir viva y me recuerda que soy una humana aprendiendo y descubriendo lo complejo que somos.
Actualmente, como pueden ver, la escritura sigue siendo una parte fundamental de mi dÃa a dÃa, ya ni siquiera puedo imaginarme lo que serÃa sin ella. Mis dedos me pican y lo único que quieren hacer es escribir aunque ya estén cansados. Pero escribo con el corazón y con una gran sonrisa en el rostro porque amo lo que hago, y amo la sensación de saber que estoy en el camino correcto.
No voy a mentir, no ha sido un proceso sencillo –y sigue sin serlo–, nada es lineal. Pensaba que esto serÃa fácil, pan comido. Después de todo, solo es plasmar lo que imaginas, lo que sientes, lo que quieres transmitir… y pues no, es más complejo de lo que crees. Es una lucha constante contigo mismo, la mente juega un papel importante. Y desarrollar una buena historia toma tiempo, dedicación y paciencia. Es un proyecto difÃcil por todo lo que conlleva, pero no imposible.
Muchas veces mientras escribo me pregunto si es bueno, si realmente estoy cumpliendo con la función de ser escritora: lograr transmitir y dejar un mensaje claro. No quiero escribir palabras vacÃas. Quiero sentirlas, quiero que los demás logren conectar, verse reflejados, que por un momento puedan sentirse acompañados, escuchados. Pero sobre todo, comprendidos. Que sepan que no están solos.
Y quiero seguir intentado, seguir esforzándome hasta lograrlo. Sé que es una batalla enorme, mi mente ha demostrado ser mi peor enemigo, yo misma me lo he demostrado. He perdido la cuenta de cuántas veces he sido dura conmigo misma, cuestionándome si algún dÃa llegaremos lejos. ¿Qué me asegura que a los demás les guste lo que escribo cuando yo odio cada letra que sale de mÃ? ¿En serio deberÃa de creer cuando me dicen que soy buena, que en verdad tengo talento para esto? ¿DeberÃa de confiar en sus palabras si mi mente me dice lo contrario? ¿A quién escuchar si hay ruido por todos lados?
Hay dÃas difÃciles. DÃas en los que no quisiera volver a escribir, dÃas donde quisiera tirar la toalla sin mirar atrás, sin sentir arrepentimiento. DÃas en los que quisiera creer en mà y en el talento que tengo. DÃas donde estoy tan cansada que solo lloro por sentir que jamás lo lograré, que tengo que seguir escribiendo si es que quiero ver un buen resultado. DÃas donde entro en desesperación porque odio todo, porque quisiera ser buena. DÃas donde mi mente me dice que soy la peor, que lo que escribo es basura, que lo mejor serÃa abandonarlo.
Pero también hay dÃas buenos. DÃas llenos de esperanza.
DÃas donde escribo un artÃculo y la gente me manda mensajes diciéndome que escribo bien, que les gusta leer lo que escribo, que se sienten identificados, que nunca dejé de escribir porque tengo mucho talento, que he crecido como escritora, que en verdad logran conectar, que yo logro transmitir cosas que ellos no se atreven a poner en palabras, que quieren seguir leyéndome. Simplemente me dan las gracias por haber escrito algo.
Eso me recuerda a que, aunque no muchas veces sea capaz de ver todo lo que estoy logrando, hay personas que ya lo ven en mÃ. Personas que ni siquiera me conocen pero que confÃan en mà y me animan a seguir adelante.
A veces no puedo creer que cosas buenas me estén pasando. Que yo lo merezca. Pensar que hay alguien que espera un nuevo artÃculo o saber más sobre mis libros (aunque sigan en proceso) es impactante. Irreal. Una locura.
Empecé a escribir por mÃ, y todavÃa lo hago, pero también empecé a escribir por ustedes. Desde el momento en el que decido compartir algún escrito mÃo, también se vuelve suyo.
Escribir es una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida y ver que más gente me empieza a leer, se siente un sueño hecho realidad.
Gracias por darme la oportunidad. Gracias a ti lector, por apoyar mi sueño y alentarme a no rendirme.
es impresionante la manera en que me atrapaste desde la primera frase✨