Siento que me estoy quedando atrás mientras todos los demás avanzan con su vida. Les va bien, tienen amigos, muchos ya están en su segundo año de universidad. Los veo cambiar de trabajo, viajar a otros países, hacer amigos nuevos, salir a fiestas, tomarse fotos con diferentes personas. A veces lo que más me entristece es ver que son capaces de conservar a sus amistades pasadas (de la secundaria o preparatoria) y lo felices que se ven cuando todos se reúnen. Están teniendo el tiempo de su vida haciendo todo lo que un joven —de vez en cuando— anhela. Y me pregunto: ¿qué estoy haciendo yo?
Mi papá siempre se decía a sí mismo, cuando estábamos a nada de acabar el año: ¿qué hice en 365 días del año? Desde entonces, yo también me hago la misma pregunta, y soy más consciente de que el tiempo se me sigue escapando de entre las manos. Un día apenas estamos iniciando el mes y al siguiente, ya lo estamos acabando. Y me digo: ¿qué hice en un mes? ¿qué estoy haciendo con mi vida?
Y eso me aterra, tener en claro que no estoy haciendo nada. Que me la paso encerrada en mi habitación, deprimiendo más, porque siento que no sé qué hacer. A veces, incluso me cuesta trabajo realizar pequeñas tareas de la casa, me cuesta levantarme de la cama sin querer ponerme a llorar, me cuesta estar de buen humor sin contestar de mala gana, me cuestan muchas cosas que son parte de la vida cotidiana.
Sin embargo, no son excusas para tener una mala vida. Al menos, hablando de mi caso y de lo que yo vivo.
Siento que mi idea de "quedarme atrás" es porque mis logros no son tan grandes, no son logros que se pueden ver muchas veces a simple vista. Es como si necesitara de algo grande para decir: ey, mírame, lo estoy logrando. Estoy avanzando con mi vida porque ya he recorrido más de veinte países. O ya me he graduado de la universidad. O ya he conseguido un trabajo excelente con buena paga. O ya he encontrado al amor de mi vida, con quien quisiera pasar el resto de mi existencia. O ya compré una casa, un departamento, un auto y el dinero parece fluir de maravilla. O estoy grabando un cortometraje para un video. O ya me fui de intercambio a otro país.
Lo peor de todo, es que una parte muy en el fondo de mi me sigue diciendo que me estoy quedando atrás en todo, es como si tratara de correr a trompicones para alcanzar a los demás, pero nunca lo logro. Siempre tengo el sentimiento de que voy tarde en mi propia vida. Y no solo en la mía, sino que también en la de los demás.
Es cansando vivir de esta forma, con el mismo pensamiento rondando en tu cabeza a todas horas. Muchos ya encontraron su pasión, a lo que quieren dedicarse una vida entera, yo lo sigo tratando de descubrir, de saber cuál es mi verdadera vocación. Muchos salen cada fin de semana a divertirse con sus amigos, yo los ocupo para ir con mi familia o hacer el mandando de la casa. Muchos ya hablan más de tres idiomas, yo sigo tratando de mejorar mi inglés. Muchos están teniendo éxito en todo lo que hacen, yo sigo haciendo lo mejor que puedo para obtener un buen resultado. Muchos tienen una rutina establecida, yo me sigo peleando con mis cinco hábitos no negociables. Muchos parecen tener su vida resulta, o al menos, tienen un plan, yo no tengo nada de eso, pero me sigo aferrando al barco para no hundirme.
Así que de consuelo, en un intento por hacerme sentir mejor y no ser tan dura conmigo misma, escucho las mismas cinco canciones que se sienten como un respiro, uno grande luego de la tormenta. Un pequeño recordatorio de que no hay necesidad de ir a prisa: Vienna de Billy Joel, Let It Be y Hey Jude de los Beatles, Getting Older de Billie Eilish y Slipping Through My Fingers de ABBA.
Me quedó con estas frase de una de mis canciones favoritas que mencioné anteriormente: "Slow down, you're doing fine. You can't be everything you wanna be before your time” "You're so ahead of yourself that you forgot what you need” "You've got your passion, you've got your pride, but don't you know that only fools are satisfied? Dream on, but don't imagine they'll all come true”
Si pudiera tatuarme una canción sería esa. La escucho cuando más necesito encontrar un poco de dirección, cuando necesito recordarme que estoy construyendo a esa versión mía para que sea lo que siempre ha soñado, en el momento correcto. Justo como dice: no puedes ser todo lo que quieres ser antes de tiempo. O sueña en grande, pero no sueñes que todo se hace realidad. Me encantan esas líneas. Son tan verdaderas. Tan realistas. Son un abrazo directo hacia nosotros, diciéndonos que está bien parar, que está bien perderse para después volver a encontrarse. Además, puedes volver a iniciar las veces que quieras.
Dicen que la vida no es lineal, que tener malos días no es sinónimo de fracaso, que no es una mala vida, solo estás siendo duro contigo mismo. Que el sanar es un proceso con altas y bajas, y muchas veces es doloroso. Que es mejor tomar ese pequeño impulso a preferir quedarse estancado viviendo con dolor. A ocupar un papel de víctima que ya no nos corresponde, pero que nos hemos acostumbrado a él.
Y, entendí que, no porque mis logros no sean tan grandes como los de ellos significa que valen menos, que no son tan importantes o que no deberían de celebrarse.
No necesito decir que me estoy quedando atrás solo porque mi vida no luce impecable ahora. No me estaré moviendo al ritmo de los demás, ni me estaré yendo de viaje o haciendo nuevos amigos, pero me basta con saber que esos logros que hago día con día son míos. Son batallas internas, guerras interminables y noches de insomnio.
Para mí, es terminarme el plato de comida luego de haber tenido una relación complicada con ella. Es aprender a comer sin culpa, elegir sin miedo, sabiendo que tengo derecho a disfrutar de una hamburguesa con papas fritas en vez de pedir una ensalada. Es levantarme por la mañana después de un mal día. Es renunciar a malos hábitos que me saboteaban. Es ir a terapia, aunque me dé miedo abrir heridas. Es seguir escribiendo a pesar de que mi mente me diga lo contrario. Es tomarme un descanso sin sentir culpa por no estar haciendo algo productivo. Es alejarme de situaciones o personas que me hacen daño. Es mejorar la relación conmigo misma y empezar a tratarme con respecto, cariño y admiración. Es empezar a sanar, sin un plan perfecto, pero con mucha voluntad.
Solo porque no se vea, no significa que no lo esté logrando. Avanzo más lento, sí, pero avanzo. Y aunque mis pasos no siempre dejen huellas visibles, cada uno me acerca a una vida que se siente más mía.
Pienso en la chica que fui hace un año, dos, tres, cuatro años, ¿qué pensaría de mí ahora? ¿qué me diría? Y sé que lo primero que saldría de su boca sería un: estoy muy orgullosa de ti, de todos los miedos que has afrontado, de todas las batallas que has ganado, de todas las heridas que has sanado y de lo lejos que estás llegando. Y sé que mi yo pequeña también lo está.
No estamos más atrasados que otros, simplemente nos movemos a un ritmo distinto.
A veces me olvido que ese es el punto de todo: la vida no es una competencia por ver quien va más rápido, es una carrera en la que solo corres tú. Y se trata más bien de resistencia, de las veces que te caes y sigues corriendo, no de llegar rápido a la meta. (Me lo dijo una amiga a la que le envié mi artículo y me pareció precioso agregarlo, gracias Linday)
Después de todo, la vida es un salón de clases al que venimos a aprender. No a castigarnos.
Me pasa algo similar, me llegó mucho
ay mi Andy, no sabes lo identificada que me sentí con todo, siempre he tenido esa presión en mí en querer llegar más lejos que los demás, pero al mismo
tiempo siento que no avanzo por distintos problemas. Luego entendí que así como dices, cada quien va a su ritmo y esto no es una competencia. Cada paso que das en tu vida es mega importante, y saber que lo estás dando después de haber pasado por algo complicado. Te mando un abrazote, y gracias por compartir estos escritos que me llegan al corazón 🫶🏼💗